En Europa hay cada vez más gente “soltera y sin compromiso”. Según Eurostat, la media de matrimonios anuales en Europa es de 4 por cada 1000 habitantes (en 1990 el número de matrimonios anuales era de 6 por 1000 habitantes). Esta tendencia es aún más acusada en países como Italia, España y Portugal donde hoy se celebran la mitad de matrimonios que hace 25 años.
Las causas que nos han llevado a esta situación son
- Vivienda y trabajo
Una de las principales causas del descenso de los matrimonios es el problema de la vivienda y su elevado coste. Aunque actualmente nuestros jóvenes tengan el nivel educativo más alto de la historia de España, la realidad es que cuando acaban sus estudios, no tienen trabajo o se han de conformar con un empleo precario, temporal y mal remunerado. El 17% de los jóvenes europeos de 20 a 29 años estaba en paro en 2015, cifra que se eleva al 31% en Italia y al 37% en España, según Eurostat. El 75% de los contratos laborales que firman hoy los jóvenes en Europa son temporales.
- Emancipación
La emancipación es cada vez más tardía, sobre todo en países como Italia y España, donde casi un 40% de los jóvenes de 25 a 34 años siguen viviendo con sus padres (en 1990 eran un 25%). La familia de origen se vive ahora como un lugar de protección y seguridad, en el que los jóvenes se benefician de una armonía generacional sin precedentes y, además, en régimen de libertad. Emanciparse significa perder calidad de vida pues, de ordinario, supone renunciar al nivel de bienestar y consumo alcanzado por su familia de origen.
- Sospecha de la institución matrimonial
Cuando se pregunta a las parejas de hecho por qué no se casan, casi un tercio responde que “no creen en los compromisos escritos” o que “no creen en el matrimonio”, quizá desencantados por el pobre ejemplo recibido. Ciertamente, el matrimonio es visto hoy como una alternativa entre otras formas, igualmente legítimas, para compartir un proyecto de vida.
- Miedo al compromiso
A pesar de todo, la gran mayoría de los jóvenes siguen apreciando el matrimonio y dos de cada tres parejas que forman uniones de hecho lo valoran positivamente y entienden su propia convivencia como una etapa previa, provisional, orientada al matrimonio. La razón más frecuentemente citada en las encuestas para no casarse es “por comodidad”. Casarse es asumir un compromiso distinto, específico y concreto, que implica un proyecto a largo plazo para el que muchos no saben si están preparados.
- Cuestión de mentalidad
En efecto, el matrimonio tiene prestigio social. Casarse da estabilidad a la pareja pues reafirma públicamente la voluntad firme de inaugurar un proyecto de familia compartido con quien se ama. El matrimonio sigue teniendo un componente institucional importante. Ahora bien, en la mentalidad cultural actual, al matrimonio le rodean importantes riesgos e incertidumbres. Es difícil fijar las expectativas, anticipar las obligaciones mutuas y los comportamientos que resultarán apropiados en el incierto contexto social, laboral, económico y cultural actual. Cada pareja debe deliberar por su cuenta, negociar y encontrar una y otra vez modos de enfrentar las exigencias que imponen las cambiantes circunstancias de empleo (o desempleo), de vivienda y movilidad geográfica, de los hijos que se tienen (o no), de las respectivas redes sociales, etc.
- El divorcio y las rupturas
El divorcio y las separaciones se han multiplicado en una generación y han llegado a formar parte de un horizonte probable para quienes hoy se casan. Según Eurostat, los divorcios han aumentado un 25% en los últimos 20 años en Europa. En Italia se han multiplicado por dos y en España por tres en ese mismo período. Esto provoca que las rupturas matrimoniales se divisen relativamente cerca, haciendo dudar a quienes piensan en aceptar el compromiso.
- Miedo
A muchos jóvenes, el matrimonio les da miedo. Demasiado formal para quienes prefieren la provisionalidad, vivir el presente sin atarse explícitamente a un proyecto de largo recorrido. El miedo al compromiso, el temor a no estar a la altura de las inciertas obligaciones futuras, encuentra un gran aliado en la dificultad para encontrar un empleo estable, para conciliar el trabajo de los dos con los planes de familia, encontrar una vivienda razonable o, en síntesis, un horizonte despejado.
Quizá el verdadero problema sea que, como sociedad, hemos elevado demasiado las expectativas. O que hemos perdido valentía y confianza en la fuerza del amor.
Desde el Foro de la Familia tenemos la firme voluntad de construir una forma nueva de hacer familia y de llegar a las familias, y para ello estamos construyendo una estructura transparente, ciudadana, abierta, democrática y eficaz. Una organización que responda a los nuevos tiempos. Solo un Foro de la Familia unido y fuerte podrá liderar y construir una sociedad con un futuro sólido y estable. Para ello, cada una de las asociaciones que componen el Foro de la Familia tendrá una mayor participación constituyendo un instrumento unitario, tanto a nivel interno como hacia la sociedad civil.
Es indudable que los nuevos tiempos en los que nos encontramos representan una prueba de madurez para el Foro de la Familia que se traduce en un impulso firme y dinámico a través de proyectos que logren familias más fuertes, más justas y más humanas.