El paso de la infancia a la edad adulta está marcado por una serie de transformaciones y cambios profundos. En seis o siete años, la altura del adolescente aumenta en torno a un 20%, el peso gana un 40%, las características sexuales secundarias aparecen, el desarrollo del pensamiento formal incrementa sus capacidades intelectuales un 30% y, uno de los hechos más determinantes, el adolescente ve aumentar día a día su independencia emocional respecto a sus padres.
El cambio genera siempre incertidumbre, tanto en el adolescente como entre los miembros de la familia con los que convive. El adolescente vive bajo el influjo de la duda y el cuestionamiento. Todo su proceso de aprendizaje está plagado de errores, problemas y conflictos.
Por eso debemos felicitarnos de que, a pesar de tantas turbulencias, la gran mayoría de los jóvenes vive esta experiencia sin grandes consecuencias, incluso cuando afrontan las dificultades más graves.
Por todo ello, el adolescente necesita límites claros y padres sólidos y disponibles. Estos límites le tranquilizan, le moderan en sus conductas y le sitúan en la vida para actuar de forma coherente y equilibrada. Los padres deben tener presente que lo que su hijo desea no es necesariamente lo que necesita. Si queremos que nuestro adolescente se haga un adulto autónomo, hay que responsabilizarle de sus acciones diarias (tareas, horarios, relaciones…) y de las elecciones que realiza. Todo esto debe hacerse con constancia, coherencia, paciencia y, por supuesto, con cariño.
No olvidemos que la autoestima se construye a través de experiencias acertadas, mensajes positivos y estímulos. Este adolescente, a unos pasos tan sólo de ser adulto, todavía no ha alcanzado su desarrollo pleno, es decir, no posee las herramientas ni la madurez de un adulto. Es un adulto en construcción.
Para gestionar adecuadamente una situación tan sensible como la que representan las primeras salidas nocturnas de un hijo es necesario disponer de algunas claves básicas acerca de lo que es y representa la adolescencia. Veamos brevemente algunas de estas claves que pueden resultar decisivas para comprenderlo:
- Un período crítico.
En primer lugar, la adolescencia supone el tránsito entre la infancia y la edad adulta. Se trata, por tanto, de un período crítico de la vida, aunque debemos dejar bien sentado que no representa en sí misma un trastorno ni una enfermedad.
Muy al contrario, sabemos que sin cambios no se avanza ni se progresa en la vida. Por eso, la adolescencia es una etapa difícil pero también es una etapa creativa, llena de oportunidades y una de las más importantes en la vida de una persona. De hecho, muchas de las decisiones que su hijo tome ahora afectarán a su futuro de forma decisiva.
Por otra parte, no todos los adolescentes son iguales, de modo que no existe una adolescencia sino muchos adolescentes, ya que cada cual hace su propio proceso personal. Claro que hay adolescentes que se enfrentarán a problemas graves (violencia, drogas, abortos…), pero afortunadamente no son la mayoría y en cualquier caso, esos problemas no surgen por azar, existen múltiples causas que explican su aparición y que pueden ser prevenibles.
Estas diferencias entre adolescentes se observan incluso en las edades de inicio y de finalización de la adolescencia, que tiene unos límites muy imprecisos. Suele durar como mínimo diez años y en los últimos tiempos se están tendiendo a prolongarse: se adelanta porque la pubertad es más precoz y se atrasa porque cada vez los procesos formativos son más largos y los jóvenes tardan más en emanciparse de sus padres. También hay que tener en cuenta que, en general, el desarrollo suele ser anterior en las chicas que en los chicos.
En coherencia con esta realidad, no debemos aplicar todas las propuestas con un carácter uniforme sino adecuándolas a cada momento evolutivo. Nada o muy poco tiene que ver un preadolescente de 12 años con un joven de 19. Para tener una idea aproximada del desarrollo de esta etapa, suele agruparse la adolescencia en tres fases que son:
- Adolescencia temprana: entre los 11 y los 13 años. Característica porque se cuestione a los padres y se les baja del pedestal.
- Adolescencia media: entre los 14 y los 16 años. Tiempo de decisiones y de inseguridades, de revisar opiniones y creencias. En este período se centran la mayoría de las cuestiones que vamos a tratar.
- Adolescencia tardía: entre los 17 y los 19 años. Identidad adulta, independencia emocional, aceptación más realista de los padres…
- Búsqueda de la propia identidad.
Es el proceso más característico de la adolescencia. Los jóvenes necesitan averiguar quiénes son y qué quieren hacer en la vida. Para lograr ser ellos mismos, tratan de vivir nuevas sensaciones y experiencias, pero en esta aventura pueden encontrar dificultades para calcular los riesgos que conllevan muchos de sus comportamientos. Esto explica la necesidad de ponerles normas y límites que, por supuesto, los adolescentes siempre encuentran excesivos.
- Ansia de independencia.
Si queremos conocer las causas últimas del tema que nos ocupa, es preciso comprender que la mayor contradicción de los adolescentes se plantea entre la necesidad psicológica de independencia y las dificultades para llevarla a cabo pues el medio social les obliga a prolongar situaciones dependientes con respecto a los adultos.
Los adolescentes tratan de separarse de las figuras parentales para buscar una identidad propia, diferenciada, que los distinga de aquellas. No buscan la diferencia por capricho, para molestar a sus padres o porque hayan dejado de quererlos; buscan la diferencia para lograr su autoafirmación. Este acto se expresa a menudo en forma de una rebeldía que les termina generando muchos problemas con sus padres en la convivencia familiar y, aunque habitualmente lo oculten, sentimientos de culpa por intentar destruir su imagen.
- La confianza en sí mismo.
Otro aspecto a considerar es la confianza en sí mismo. Los constantes cambios físicos, psíquicos, emocionales y sociales hacen que el adolescentes pierda confianza en sus propias posibilidades. De ahí la importancia de reforzarles sus capacidades para que aprendan a afrontar las dificultades y tomar el control de sus vidas. Aquí juegan un papel fundamental la comunicación (capacidad de escucha, de expresión verbal y no verbal), el manejo de las emociones, la capacidad de resolución de problemas, la toma de decisiones…
En este etapa, las figuras adultas de referencia deben estar atentas para ayudarles a desarrollar confianza en sí mismos y en el entorno en el que viven y a promover una independencia y autonomía responsables acordes con sus posibilidades. Si no encuentra estos apoyos en su familia, tratará de buscarlos fuera, generalmente en el grupo de iguales.
- El grupo de iguales.
Para desarrollar su propia identidad, los adolescentes se van alejando poco a poco de su familia. Los amigos son cada vez más importantes en su vida y pasan mucho tiempo con ellos. Sientes la necesidad de ser aceptados y de pertenecer a un grupo de personas de la misma edad. Tienden a relacionarse en grupos amplios, donde todos no son necesariamente amigos sino «grupos para salir juntos». Pero también tienen necesidad de amistades, de ahí el importante papel del amigo o la amiga íntimo.
El grupo de amigos se convierte en el espacio que permite vivir nuevas experiencias y desarrollar nuevas competencias sociales. En contacto con ellos, el adolescente aprende a expresar sus opiniones y a confrontarlas con los demás. Descubre cómo situarse en un grupo, cómo gestionar emociones tales como el miedo, el amor o la inseguridad. Así es como un adolescente va construyendo su personalidad y aprende a volverse autónomo.
Es probable que su hijo adopte el mismo aspecto o el mismo lenguaje que sus compañeros, que escuche la misma música, que admire a los mismo personajes famosos. Muchos padres se muestran inquietos cuando comprueban que su hijo imita a otros y se preguntan hasta dónde estaría dispuesto a ir su hijo para formar parte del grupo. Puede incluso que se sientan incómodos con algunos amigos de su hijo o hija y deseen que salga con otros. Hay que tener cuidado, pues manifestar demasiado abiertamente su desaprobación hacia un amigo puede provocar el efecto contrario y animarlo a acercarse más a él. Además, hay que ser conscientes de que los adolescentes no se integran en cualquier grupo, ellos escogen a los amigos con quienes comparten intereses y, cuando frecuentan a personas totalmente diferentes de su círculo habitual, es porque buscan descubrir cosas que las personas de su entorno no pueden ofrecerle.
Artículo cedido por CONCAPA.