Utilizar un caso trágico excepcional para defender una causa general es práctica común entre quienes quieren hacer propaganda. Lo vemos en infinitud de ejemplos en la actualidad, donde el sufrimiento insoportable e inenarrable de una persona que vive un caso similar del que se quiere hacer apología, se utiliza con la intención de legitimar la causa.
Una de las últimas en utilizar este recurso ha sido la actriz Emma Watson (Hermione de Harry Potter, para muchos), quien ha escrito una carta abierta en un portal web de moda defendiendo y promoviendo el aborto en Irlanda del Norte. Lo ha hecho instrumentalizando para su propaganda la triste muerte de Savita Halappanavar, una mujer que ingresó en el hospital para enfrentarse a un aborto involuntario inevitable pero, en el momento, los médicos detectaron un latido del bebé, y decidieron esperar a que naciera naturalmente en vez de provocar el parto. Tres días después, el bebé nació sin vida y, fruto de una infección que originó un fallo multiorgánico, Savita falleció cuatro días después.
En todo caso, esta tragedia fue originada por la inacción de los médicos, no por no estar legalizado el aborto libre, como defiende Watson.
La actriz, en su carta abierta, utiliza términos del neolenguaje que disfraza realidades injustas y dramáticas haciéndolas pasar derechos de las mujeres: “justicia reproductiva”, “derecho al aborto”, etc. Aprovecharé la ocasión para recordar algunas cosas que tal vez sean de ayuda para futuros discursos o escritos de la srta. Watson.
El aborto no es una interrupción de un embarazo. La interrupción implica una pausa para la posterior reanudación. En un embarazo, esto no es posible. El aborto voluntario significa dar muerte irreversible a un bebé por decisión de terceros.
No existe el derecho al aborto en ningún ordenamiento jurídico del mundo. Si ni siquiera existe el derecho a tener hijos, ¿cómo iba a existir un derecho a que, teniéndolos, decidamos poner fin a sus vidas? Esperemos que una realidad tan trágica nunca suponga un derecho, ni siquiera se presente como posible solución a un problema.
La mortalidad femenina por razones atinentes al embarazo es mucho inferior en los países donde el aborto no es legal a aquellos donde sí lo es (compare, señorita Watson, este dato entre Irlanda del Norte y Reino Unido, por no irse muy lejos). En España, en el año 1987 (dos años después de la despenalización del aborto) hubo 16.766 abortos voluntarios. Ahora llegan casi a los 100.000 anualmente. Los datos demuestran que una sociedad donde el aborto es legal va asumiendo el mismo como solución a sus problemas. En los países donde la ley no lo permite, éste adquiere el carácter residual de todo lo ilícito.
La actriz, además, enmarca el aborto libre como una hipotética “victoria histórica feminista”, cuando lo cierto es que sería una solución machista a los problemas de todos. El aborto es la garantía última de la irresponsabilidad sexual del varón que gracias a él deja en manos de la mujer toda la responsabilidad de las relaciones sexuales.
Esta carta tendrá menos repercusión que la de Emma Watson, no tengo la menor duda. No tenemos a ningún lobby ni magnate detrás de nosotros inyectando dinero y medios para hacer llegar este mensaje. Sólo tenemos nuestra voz, esa voz que nunca le han dado a todos los bebés inocentes que no han llegado a nacer.
Lo que sí comparto al cien por cien de la carta de Watson, aunque en sentido contrario, es la siguiente frase literal, con la que termino: “con una promesa para las fallecidas (y fallecidos, porque entre los abortados hay varones también) y un grito a la sociedad, decimos: nunca más. Pero rara vez la justicia prevalece para aquellos cuyas muertes llegan a simbolizar la desigualdad estructural”.