«Ojalá nada hubiera ocurrido«, escribe Tolkien en boca de su personaje Frodo, un pequeño habitante de la Tierra Media que no destaca en nada y, sin embargo, se ve involucrado en una misión trascendental, cargando con una gran responsabilidad.
«Ojalá nada hubiera ocurrido», nos desahogamos cualquiera de nosotros en medio de esta crisis sanitaria desconocida en generaciones.
En El Señor de los Anillos, es Frodo quien se está desahogando con el mago Gandalf. Y éste último le responde con unas líneas que merecen ser recordadas: «Eso desean quienes viven estos tiempos, pero no les toca a ellos decidir. Lo único que podemos decidir es qué hacer con el tiempo que se nos ha dado«.
Ni tú ni yo hemos deseado esta situación. No lo hemos decidido. Simplemente nos ha tocado vivirla. Lamentablemente, estamos atravesando un episodio que se recordará en los libros de Historia. Nada podemos hacer para evitarlo. Lo que sí podemos hacer es decidir qué hacer ahora que estamos en esta coyuntura. Podemos hacer que en esos libros de Historia también se recuerde cómo una sociedad azotada por una pandemia devastadora salió adelante unida, con esperanza, ejemplaridad y sacrificio.
Cómo, a pesar de la pérdida de vidas humanas y de un confinamiento colectivo sin precedentes con las consecuencias económicas del mismo, esa sociedad volvió a nutrirse de todo lo bueno que seguía escondido en sus raíces mismas para superar las dificultades que inevitablemente tuvo que afrontar.
Vuelta a la familia
Cómo volvió a mirar a la Familia como fuente de vida, como punto de encuentro, como solución a problemas sociales, como núcleo básico sobre el que construir cualquier prosperidad colectiva posible.
A la vista está que tenemos, incluso en estos momentos, a nuestros «Gollums» particulares empeñados en sembrar cizaña, en seguir enfrentándonos a los unos con los otros, en ahogar los aplausos en ruidos de cacerolas. Pero al final vencerá el sentido común a la sinrazón, la unidad al enfrentamiento, la Familia al desarraigo identitario. Sólo depende de nosotros. De que hagamos algo que merezca la pena con el tiempo que se nos ha dado.
Muchísimas gracias a todas las personas que, sin miedo o con él, arriesgan su vida por el bien común. Muchísimo ánimo a todas las familias que sufren la pérdida de un ser querido y el dolor desgarrador añadido de no poder acompañarle para un último adiós. Muchísima esperanza a todos y cada uno de nosotros. Tenemos una misión que cumplir. Que la Familia es el centro de nuestra sociedad es un hecho. Que ese hecho se vuelva a reconocer, nuestra misión.