Por querer a papá incondicionalmente, y por querer a mis hermanos y quererme a mí de la misma manera.
Por abrazar tanto y tan fuerte todo lo que merece la pena de la vida, por abrazar también mi vida desde el principio, por llamarme hijo y esperarme con ilusión desde que supiste que estabas embarazada.
Gracias por las noches en vela, por todos y cada uno de los minutos de todas las horas que has empleado en cuidarme, en educarme, en alimentarme por dentro y por fuera. Gracias por la sonrisa que siempre regalas.
Eres madre, mamá. Tu vida es la evidencia de que ser madre no es un adjetivo que se añade a tu persona, sino que es parte fundamental de tu persona misma. Eres madre. Mi madre. Siempre.
Gracias por demostrarme, sin querer, en qué consiste el Amor. Que las renuncias personales no son renuncias cuando antepones mi bien al tuyo propio, ya que nadie te ha obligado a nada nunca, que libremente has decidido que tus prioridades consisten en dar más que en recibir, y que por eso eres feliz. Y yo lo soy también, gracias a ti. Estoy orgulloso de ser tu hijo, te quiero y te admiro.
Hoy es tu día, el Día de la Madre, y por eso te escribo estas líneas, pero eres mi madre todos los días, y todos los días te quiero.
Felicidades, mamá, aunque sea yo quien tiene más motivos para celebrar tu Día, porque soy el gran privilegiado, por mi condición de hijo tuyo, de que tú seas mi madre.
Te quiero.