Olivia Auriol nació a través de gestación subrogada. Cuando lo descubrió, ya adulta, comprendió el origen de muchos problemas que sufría desde niña: diagnosticada de trastorno bipolar, incapacidad para confiar en mujeres (sobre todo mayores), problemas para relacionarse con la gente por pensar que iba a ser abandonada, etc.
No es la única. En los últimos años, al tiempo que gran parte de la opinión pública se esfuerza por blanquear una práctica a todas luces abusiva, bajo el manto del “deseo irreprimible” de tener un hijo, son numerosos los testimonios de jóvenes nacidos a través de esta práctica que sufren trastornos similares y madres “gestantes” que se sienten culpables y utilizadas muchas veces por no haber encontrado otra salida a un problema económico. Como Olivia, muchos de ellos ahora son contrarios a la legalización de la gestación por subrogación.
La gestación subrogada es ilegal en España, pero no lo es la inscripción en el registro de los niños nacidos por este método en países en los que sí es legal. No podemos olvidar aquellos “niños abandonados” en países como Ucrania ante la imposibilidad de recoger los “niños pedidos” a causa del confinamiento.
En los últimos años se han conocido casos de famosos de diversa índole que han recurrido a estos vientres de alquiler para hacer realidad un “sueño”. Como destaca la jurista Montserrat Gas, en un artículo sobre este particular publicado en la revista Omnes, “el mercado de la subrogación está construido sobre el legítimo deseo de tener un hijo. Sin embargo, ese deseo no puede obtenerse a cualquier costo, especialmente si ese costo es tratar a mujeres vulnerables como si fuesen objetos, y a los niños como si fuesen mercancías que se compran y se venden.”
A ella recurren parejas que no pueden tener hijos por razones diversas, anteponiendo un falso “derecho a ser madre/padre” al derecho innegable del niño a ser querido por sí mismo.
El niño gestado, la primera víctima
El niño resulta cosificado: su existencia de entiende como el medio para lograr la felicidad de otra persona. El nonato no tiene derechos, ni siquiera el de gozar de los principios básicos para su desarrollo emocional. El niño crecerá, en la mayoría de los casos, sin conocer sus raíces biológicas, violando su derecho a la identidad: a conocer sus orígenes, nacionalidad y relaciones familiares.
En el plano psicoafectivo, la gestación subrogada rompe el vínculo establecido entre madre e hijo durante el embarazo. Una madre de alquiler no puede gestar un hijo para otra persona con sus propios gametos para evitar el apego pero, aún así, explica la psicóloga belga Anne Schaub-Thomas, “el feto posee una competencia sensitiva y afectiva muy fina y muy desarrollada. Capta los impulsos relacionales, los deseos, los pensamientos y el estado psicológico de la madre que lo lleva. El contexto y la atmósfera del embarazo distan mucho de serle indiferentes. El nacimiento es la primera prueba natural de la vida que proyecta al bebé hacia un nuevo entorno. El bebé atraviesa este camino del interior al exterior del cuerpo de su madre, por eso es mejor si se le mantiene cerca de ella. Es importante que el recién nacido encuentre al nacer los marcadores sensoriales con los que su memoria está completamente impregnada, y que le vinculan a quien representa la vida para él: la voz de la madre, el olor, el tacto, el sabor de la leche materna, etc.”, todo un conjunto de elementos que proporcionan al nuevo nacido las claves de su desarrollo posterior.
La mujer «alquilada»
Asimismo, la mujer gestante sufre una violencia antinatural en este proceso. El proceso de gestación pasa de ser un tiempo de comunicación natural al cumplimiento de un contrato remunerado bajo diferentes conceptos.
En la gran mayoría de los casos, las mujeres que se convierten en madres subrogadas proceden de entornos socioeconómicos desfavorables que las llevan a someterse a estas prácticas a cambio de dinero. Para ello firman contratos de gestación subrogada con la esperanza de con-seguir seguridad económica y se someten a tratamientos médicos y dietas estrictas.
Durante gran parte de su embarazo, viven en albergues estrictamente controlados, con acceso limitado a sus familias.
En no pocos casos, pueden ser obligadas a abortar o a someterse a cesáreas en contra de su voluntad si el proceso no se desarrolla según “lo previsto”: enfermedades del nonato, embarazos gemelares, partos prematuros…
Cada vez hay más estudios sobre el estado en que queda la madre gestante tras parir y dar el bebé que ha llevado durante nueve meses. Su corteza cerebral ya no es como antes, se han desarrollado cambios hormonales que estimulan el apego por el bebé, le ha cambiado el sistema inmunitario, etc.
En marzo de 2023, un grupo internacional de juristas, médicos, periodistas, educadores firmó la llamada Declaración de Casablanca, que aboga por la abolición de la maternidad subrogada en lugar de por su regulación. Un paso más en la tarea de erradicar una práctica que formará parte de la historia de los grandes combates por el futuro de la humanidad, como lo fue en su momento la erradicación de la esclavitud.