Con todo lo que estamos pasando con esta pandemia del COVID’19, sin duda, lo más grave, es la sensación que tenemos todos de que no hay capacidad de gestión de una crisis de tales proporciones.
Estamos permanentemente informados y saturados (desinformación por saturación). Es posible que nunca se hayan generado tantas noticias y de tanto calado en un espacio tan corto de tiempo. Los titulares ahora están derivando de la pandemia a la crisis económica que no se avecina, que ya está aquí.
Mientras tanto, no vemos a nadie en el timón de la nave. Todas las decisiones se toman en clave política y de beneficio partidista; nadie está pensando en el bien común. No hay altura de miras. Nadie está pensando en el futuro… excepto las familias.
Entristece ver como, una vez más, la familia es dejada a su suerte, en una especie de “sálvese quien pueda”. Estamos recibiendo un aluvión de noticias sobre el esfuerzo sobrehumano que están realizando las parroquias y otras asociaciones que ayudan a los necesitados para, simplemente, para intentar dar de comer una vez al día a las familias que lo han perdido todo. El otro día nos llegó una noticia de una parroquia que ha multiplicado por mil, sí, por mil, el número de comidas que daba al día. Nos decían que no faltaban los voluntarios para atender tanta necesidad, pero sí faltaban los recursos económicos.
Dejada a su suerte
Es cierto que no todos podemos ofrecernos voluntarios para echar una mano ante tanta necesidad, bien porque nuestro trabajo nos lo impida o bien por otras razones de peso. Pero también es cierto que sí podemos prescindir de gastos superfluos y acudir en ayuda de quien tan mal lo está pasando.
Son familias ayudando a otras familias. No cabe esperar otra ayuda. No cabe esperar otra recompensa que la satisfacción íntima y personal de hacer el bien en los momentos más difíciles que hemos vivido la mayoría de nosotros.
Una vez más la familia salvará la situación. Es cierto que con un desgaste difícilmente soportable, pero ¿para que sirve la vida si no es para entregarla a los demás?
Merece la pena parar un poco, silenciar las informaciones que se reciben a diario y reflexionar. Tenemos una oportunidad histórica de hacer Historia.