La Familia vuelve a emerger como la institución más eficaz y fiable para hacer frente a las crisis, como ya ha quedado evidenciado en todas y cada una de ellas. La Familia, el núcleo básico de cualquier sociedad que pretenda ser próspera, la fuente de Vida, de educación, de solidaridad. El primer agente del motor económico de cualquier país. La institución mejor valorada por todos y, lamentablemente, la más olvidada por las políticas actuales.
En esta crisis sanitaria que estamos atravesando vuelve a ser la Familia el pegamento que une, la red que nos impide caer al vacío, el hogar que nos cuida y que debemos cuidar, el hombro donde llorar y las sonrisas que compartir. Ya sea en una misma casa, durante el confinamiento compartido, ya sea a través de los medios telemáticos. El mundo que conocíamos puede cambiar, pero la Familia sigue ahí. Los gobiernos van y vienen, pero la Familia sigue ahí.
No sólo me refiero al coronavirus cuando hablo de crisis, sino también a la tremenda crisis económica que ya empieza, solapándose con la pandemia, como dos eslabones de una misma cadena de tragedias. Despidos, reducciones de salarios, facturas que pagar, hijos que alimentar, cuotas de guarderías y colegios que atender, hipotecas pendientes, empresas sin producir, oferta paralizada y demanda no acompañada de los recursos necesarios para verse satisfecha.
La Familia, como unidad en sí misma y no como suma de individualidades, vuelve a verse obligada a asumir los sacrificios necesarios para salir adelante. Y los asumirá. Y saldrá. Como siempre. Esta vez, por la reincidencia en el error durante los últimos años, las familias españolas ya no aceptarán que esos sacrificios sólo les correspondan a ellas.
La gestión de esta tragedia por parte de los responsables políticos ciertamente está dejando mucho que desear, sembrando más inseguridad que confianza en cada casa de España, independientemente de las ideas políticas de cada cual (¿a quién le importan ahora las ideologías?). Las familias están cansadas de que les exijan esfuerzo quienes no dan ejemplo. Cuántas estructuras y entidades administrativas no son ni serán necesarias durante estas dos crisis que nos rodean, cuántos ministerios, cuántos puestos duplicados, cuántos organismos superfluos que no aportarán nada en lo que a trabajar para recuperar la salud y la prosperidad económica de nuestra sociedad se refiere.
Primero, el ejemplo. Sacrificio, sí, pero de todos. Empezando por los que lo exigen. Con todos esos recursos que, ojalá, queden liberados para ser empleados en lo urgente, importante y eficaz, seguro que se podrán abordar las bajadas -eliminación, en muchos casos- de impuestos a las familias, las ayudas para atender a los pagos de suministros básicos en cualquier hogar, la reactivación de la actividad empresarial privada, y tantas y tantas medidas siempre oportunas -cuánto más ahora- y nunca abordadas.
Ojalá que esta vez sea la definitiva para darle a la Familia el reconocimiento que merece por lo que es, lo que significa, lo que aporta y lo que sufre.
Javier Rodríguez
Director General del Foro de la Familia.