Hace unas semanas, el psicólogo clínico Jordan B. Peterson hacía público su agradecimiento a los asistentes a una de sus conferencias en un auditorio de Australia. Dicho público, según cuenta Peterson, estuvo en pie aplaudiendo durante severos minutos, entre lágrimas de emoción. ¿Qué es lo que habían escuchado que tanto les conmovió? Algo tan elemental como que la vida de cada uno de nosotros tiene sentido, que todos estamos aquí por y para algo, que eres único, irreemplazable, importante.
Mi primera opinión ante la reacción del auditorio fue que ésta era desmesurada. Después, comprendí que no, que debemos sacar importantes conclusiones de este suceso aparentemente irrelevante.
La primera de ellas, es que a todas las personas nos gusta escuchar cosas bonitas. Y si son verdad, más todavía. Lo positivo atrae, igual que la belleza. La sociedad de hoy está inmersa en ataques, en “zascas”, en realzar lo negativo que nos rodea. Pero sigue y seguirá siempre existiendo lo bueno, lo bello, lo positivo a nuestro alrededor. Y está deseando que nos paremos a descubrirlo, a contemplarlo y a compartirlo. Y nosotros lo estamos deseando también.
La segunda conclusión, es que el relativismo está erosionando los pilares, endebles ya, de nuestra civilización. El humanismo basado en un Bien absoluto accesible mediante la razón, en el valor de la vida de las personas sin condiciones ni peros y el respeto a la dignidad, está enterrado bajo la arena de las dunas removida por el viento relativista. Pero está. Y en cuanto alguien sopla esa arena y lo destapa, como Peterson ante el auditorio de Australia, volvemos a maravillarnos con gran entusiasmo y esperanza.
La última conclusión que saco respecto de la reacción del público a las palabras del psicólogo es la de la responsabilidad que tengo, que tienes, de no desesperar. De formarnos más, de pensar, de dar nuestra opinión y decir lo que pensamos sin miedo y sin disculpas, de salir a la calle y ayudar en lo que podamos (y siempre podemos más de lo que estamos haciéndolo) a que nuestra sociedad descubra también el tesoro bajo la arena.
Por muchos inconvenientes inmediatos que pueda acarrearnos la defensa y promoción de la vida humana, de la importancia de la familia, de la necesaria libertad de educación y de enseñanza, no desaprovecharemos la oportunidad de decir una vez más “Tu vida tiene sentido, eres importante”.
Ahí fuera lo están deseando. Sal, y díselo.