Han llegado las vacaciones, las tan necesarias y merecidas vacaciones. En casa corremos el riesgo de que llegue el caos también: no hay horarios, los niños están todo el día en casa, nosotros nos relajamos, etc.
El verano es un buen momento para desarrollar actividades que durante el curso no podemos realizar. Es un buen momento para hacer planes en familia y cultivar nuevas aficiones, así como para coger ritmo en algunas costumbres y crear hábitos.
El verano es un buen momento para fortalecer la familia. Por un lado, la relación entre los padres, y por otro, reforzar la relación con nuestros hijos. El día a día del curso nos puede hacer entrar en una espiral que nos lleva a no cuidar realmente, aunque pasemos los fines de semana juntos, a nuestra familia.
Entre nosotros tenemos que aprovechar el tiempo para estar juntos, hablar, compartir nuestras preocupaciones y alegrías, disfrutar juntos y cuidar nuestro amor.
Con los hijos tenemos que pasar tiempo, escucharles y enseñarles a escuchar, reírnos con ellos, conocerlos más: qué les gusta, qué les preocupa, qué les hace gracia y qué necesitan. El verano es el momento en el que tenemos que inculcarles hábitos como la lectura, la colaboración en las tareas de la casa con encargos, salidas al campo, el deporte o cultivar aficiones que podamos tener en común. Son momentos para comer juntos y alargar las sobremesas, porque ahí es donde se dan las conversaciones más divertidas y reveladoras.
El verano es el mejor momento para descansar y reforzar nuestros lazos familiares para comenzar así el curso más unidos y conociéndonos más.