La reforma a la Ley de Reproducción Humana Asistida de 2006, amplió aún más el uso del Diagnóstico Genético Preimplantacional (DGP) en España, con la posibilidad de los bebés-medicamento. Pero su aplicación nace mucho antes (1990 en Inglaterra), y bajo otras indicaciones. Desde el principio, el DGP busca detectar enfermedades hereditarias graves, de aparición precoz y no susceptibles de tratamiento, mediante el análisis exclusivo de los embriones in vitro antes de ser transferidos.
Pero bajo el DGP, destinado, cabe pensar, a una minoría con enfermedades genéticas familiares, surge con fuerza el Cribado Genético: Un diagnóstico de los embriones para detectar anormalidades cromosómicas, y así mejorar las tasas de implantación en mujeres con edad avanzada, fallos en ciclos de fecundación in vitro (FIV) previos, abortos de repetición, o en los casos de un factor masculino severo de infertilidad.
Estas indicaciones, aplicables a la mayoría de mujeres que recurren a la FIV, han convertido al DGP y al Cribado en una técnica generalizada, extendida en cada vez más centros y aplicada a más ciclos de reproducción asistida.
Una experimentación humana directa, con errores de diagnóstico, agresiva con los embriones, y con fines eugenésicos, ya que no busca curar sino descartar. Supone desechar miles de embriones “dudosamente anormales” en pro de unos pocos escogidos, que en el largo proceso de la reproducción asistida, muchas veces no llegan a nacer.
¿Uso o “abuso”?
Los mismos especialistas lo reconocen y hablan de un boom del DGP, especialmente del Cribado, desde la Reforma de la Ley de Reproducción Humana Asistida (14/2006).
El registro de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), -el único que recoge la actividad de las Técnicas de Reproducción Humana Asistida en el país, aunque con carácter voluntario-, muestra con cifras la enorme subida en la aplicación del Diagnóstico. De 596 ciclos con DGP en 2002 a 1706 en 2009, un aumento del 186%. Y que suponen más del 3% respecto al total de ciclos practicados.
En cuanto a las indicaciones para realizar el Diagnóstico, según el registro de la SEF, la primera causa para el DGP corresponde a Enfermedades Citogenéticas, y la segunda a la Edad Avanzada de la Madre. En 2007, la indicación de la Edad Avanzada suponía ya el 30% de los ciclos con DGP.
En Europa, desde que se inició en 1997 con el Cribado, y según los datos del DGP de los centros europeos asociados en Consorcio (ESHRE), el número de ciclos ha crecido desde 116 a cerca de 4000 en los años transcurridos. La mayoría de los ciclos con cribado corresponden a mujeres con edad avanzada para la procreación. Resulta muy significativo ver los datos.
En su último informe, el ESHRE registraba un total de 5887 ciclos con DGP. Del total, los embriones de 729 ciclos se analizaron para detectar anormalidades cromosómicas, los de 110 para conocer el sexo y evitar enfermedades ligadas al cromosoma X; 1203 para detectar enfermedades monogénicas (un tipo de enfermedades hereditarias); y los embriones de 3.753 ciclos para Cribado. En los 92 ciclos restantes, se analiza el sexo, sin ningún motivo médico, más que la simple preferencia.
Cabe destacar que en 2006, los ciclos con diagnóstico en nuestro país suponían el 37% del total europeo.
Escasa eficacia
La prueba requiere la extracción de una célula a un embrión de 8 en su tercer día de vida. Una técnica muy agresiva que deja a muchos embriones en el camino.
Según los datos del ESHRE, por cada 2000 ciclos, resultan aproximadamente 17 mil embriones, y sólo se consigue biopsia de unos 12.000. Se transfieren unos 3000, de los que se consiguen unos 400 embarazos y nacen unos 330 niños.
Así, tras descartar los embriones “defectuosos”, y congelar algunos “aptos” para futuras transferencias, quedan unos pocos “seleccionados”, los súper embriones. Pero aún éstos sufren otros defectos por la manipulación. De los recién nacidos por esta técnica, y que se han podido seguir médicamente tras la biopsia, algunos presentaron malformaciones graves, otros más leves, y varios mueren al nacer. Los que sobreviven mantienen un estado de salud similar a los nacidos por reproducción asistida, siempre peor que los engendrados naturalmente. (Cuad. Bioética XXII, 2011/2°. “Selección de embriones humanos: Diagnóstico Genético Preimplantación).
La técnica de la biopsia, a la luz del fatal destino de la mayoría de los embriones, está lejos de ser inocua. Y si nos referimos al Cribado, está lejos de ser eficaz. Así lo reconoce el Coordinador de la Sociedad Española de Fertilidad de Navarra, Dr. Jesús Zabaleta: “Se pensó que con el DGP mejorarían las tasas de implantación, al evitar los embriones con carga cromosómica anormal, que suponen un porcentaje bastante elevado. Pero en la práctica esto no ha sido tan bueno como se pensaba. El DGP no permite aumentar las posibilidades de embarazo, porque los embriones sanos que se transfieren tienen que implantarse de igual manera. Además, la tasa de abortos es prácticamente la misma con DGP que sin ella”, concluye.
En definitiva, más de diez años de práctica genética humana en laboratorio y criba masiva de embriones, para concluir que el Cribado no da buenos resultados; recomendar como mejor opción, en el caso de mujeres de edad materna avanzada, la donación de óvulos. Y dejar el DGP para lo que en principio fue concebido: las enfermedades genéticas familiares.
Técnica a prueba
Al margen de los resultados, la metodología del DGP, por la que unos embriones se escogen y otros se descartan, se ha discutido en la comunidad científica dados los elevados y frecuentes errores de diagnóstico.
El sistema de análisis ha resultado incapaz de detectar las alteraciones que se buscan sin margen de error. Por una parte, se han hecho con datos de biopsias de embriones de 3 días antes de su compactación. Y el elevado nivel de mosaicismo cromosómico (errores en las primeras divisiones celulares), característicos del embrión temprano, ha hecho que una célula no sea representativa del embrión. Por otra parte, se ha usado la técnica de fluorescencia, que es incapaz de examinar todos los cromosomas, ya que apenas lee 7 u 8 del total (23 pares). Por todo ello, existe falta de seguridad en el diagnóstico.
Además, se sabe que durante la primera fase del desarrollo embrionario las células alteradas, en su mayoría, van desapareciendo de forma natural. Es muy significativo el hecho ocurrido en 2011 en la Reunión del ESHRE, celebrada en Estocolmo. Un estudio del equipo de William G. Kearns, director del Centro “Shady Grove” de Preimplantación Genética en Maryland, ponía de manifiesto que los embriones con células defectuosas a los tres días de vida, por tener cromosomas de más o de menos, pueden corregir realmente sus errores genéticos, dos días después. Y lo que ocurre en esos dos días puede tener más de una explicación, según la Dra. López Moratalla, Catedrática de Bioquímica y Biología Molecular por la Universidad de Navarra. “Se ha descrito la posibilidad de que las células anormales mueran o incluso sean expulsadas hacia la zona exterior del embrión, y dar lugar a los tejidos extraembrionarios. De hecho, un porcentaje de células de la placenta poseen errores en el número de cromosomas sin que eso afecte al desarrollo embrionario”, concluye.
En definitiva, serias objeciones de ciencia por las que debería reevaluarse la práctica, métodos y fines de esta prueba diagnóstica.
Natalia López Moratalla / Mercedes Beunza