Llevamos dos semanas en las que la Educación abre los informativos de radios y televisiones y ocupa las primeras páginas de los periódicos. Por desgracia, lo hace como arma arrojadiza, muy lejos de su verdadero fin y del presunto objetivo de quienes se aporrean con ella.
El objetivo de la Educación es formar personas. Conducir a los niños a sacar todo su potencial y ser persona. Desarrollar sus capacidades para que él sea quien deba ser. Es un derecho de cada persona. Por ello, mientras es menor de edad, los padres, la familia, somos los garantes de este derecho. Porque queremos a nuestros hijos y queremos lo mejor para ellos.
Los padres delegamos parte de este derecho en la escuela y el Estado. La escolarización. Pero el derecho sigue siendo del niño. Y los padres seguimos siendo los garantes. Por desgracia, hay una parte de la sociedad que confunde los términos y propugnan una educación estatal, por encima de padres e individuos, en aras del bien común o el bien superior.
En estos momentos, ambas posturas se enfrentan por el pin parental. Un enfrentamiento bronco y áspero en el que parece que la educación es sólo la excusa. Es necesario bajar los decibelios y poder hablar, con razón razonada. Esta semana hemos participado en un debate de la sociedad civil, sin políticos, en una cadena pública sobre este asunto. Y hemos comprobado, que sin los postureos de ciertos grupos interesados en la polémica, padres, profesores y escuela estamos en la mismo barco: buscar el bien superior del menor.
Los políticos deben tomar nota y hacer Política. Con mayúsculas. Por el bien común, no sólo por ideología y buscando votos. En la educación, para empezar, garantizando la neutralidad ideológica de la escuela pública y respetando el ideario de la Concertada, Y, sobre todo, sacando las manos de la Educación.
