Hace unos días recibimos asombrados la noticia de que Madrid acogerá algo llamado el “Family Pride 2021”, organizado por el lobby LGTBI, según manifiestan, en defensa de la “diversidad familiar”.
Aquí y ahora, como siempre que te encuentras ante alguien para quien la razón y la verdad no tienen valor alguno más allá de lo que le puedan aportar en sus batallas doctrinarias, conviene recordar la definición que de la palabra diversidad nos ofrece la RAE: “variedad, desemejanza, diferencia” o “abundancia, gran cantidad de varias cosas distintas”. Sin embargo y paradójicamente, en esta celebración, como en cualquier otro evento o campaña promovida por quienes viven de la lucha ideológica, no habrá variedad, desemejanza o diferencia; no habrá cosas distintas, sino que se “comercializará” una visión sesgada, única y totalizante del objeto pretendidamente defendido, en este caso la familia. Efectivamente, en esa celebración tan sólo se defenderá un “modelo de familia” (según su propia terminología), el basado en el género, que obvia (como decíamos) la razón y la verdad, y que viene impuesto por el lobby.
Como acertadamente señalaba el Sr. Abadía, “una mentira mil veces repetida no se convierte en verdad, sino en una mentira frecuente”. Esto es algo que no quieren ver los ideólogos del lobby LGTBI, quienes no sólo repiten sus postulados una y otra vez apropiándose de luchas reales y necesarias (como puede ser la de la diversidad en todos los ámbitos de decisión personal), sino que excluyen a cualquier otro, dentro y fuera del colectivo, de tales luchas, tachando al disidente de loqueseafóbico.
Lobby y colectivo, colectivo y lobby. Llegado a este punto conviene de nuevo definir o diferenciar conceptos, no sigamos resbalando hacia la confusión. El colectivo, aplicado al ámbito social, es una agrupación de individuos, homogéneos o no. Cuando hablamos de colectivo LGTBI (término que, por cierto, reduce a las personas a su dimensión afectivo-sexual, lo que en sí entraña una pobreza de enfoque bastante notoria) estamos hablando del conjunto de personas que pueden ser calificadas de lesbianas, gais, transexuales, bisexuales o intersexuales. Por su parte, lobby puede ser definido como grupo de presión. En su connotación social o política sería un grupo de presión que lucha por el prevalecimiento de sus ideas o ideología en la opinión pública. Así, cuando hablamos del lobby LGTBI no hablamos de colectivo LGTBI, sino de un puñado de personas que, mediante el uso de ingentes cantidades de recursos, promueven y muchas veces imponen una ideología concreta de la cual viven y que muchas veces no es compartida por el colectivo LGTBI. El lobby no representa un interés general sino particular, no trabaja por el bien común sino por el privado de unos pocos, no busca soluciones sino batallas que mantengan los ánimos encendidos y su flujo de caja vivo.
Después del bochornoso intento de manipulación, en este marco, sucedido hace algunos días en Madrid, hubo quien decía: “Cuánto daño puede hacer una persona a la lucha de un colectivo”. No es la lucha de un colectivo, es la lucha de un lobby. Así podemos afirmar “cuánto daño hace el lobby a las personas que sufren problemas reales a causa de su condición sexual”. Nosotros seguiremos defendiendo la inviolable dignidad de toda persona independientemente de sus características o circunstancias objetivas (sexo, edad, raza…) o subjetivas (gustos, sentimientos, preferencias…). No estaremos del lado de la ideología sino de las personas.