Ahora que comenzamos un nuevo curso escolar, los profesores nos recuerdan constantemente la importancia y necesidad de la lectura diaria. Y es cierto que debería de ser una de las tareas más importantes que los niños llevan a casa, sino la única, puesto que están demostrados, después de innumerables estudios, los muchos beneficios que ésta aporta en el progreso intelectual de los niños.
Pero los beneficios van mucho más allá de los puramente académicos. No hay nada como una buena lectura para que nuestros niños crezcan o estimulen su capacidad de imaginación, creatividad, pensamiento abstracto… Una buena lectura ilumina todo lo demás. Nos ayuda a crecer en libertad, a adquirir todo tipo de conocimientos y experiencias, a ponernos en el lugar del otro, e incluso comprender y querer hasta los defectos de nuestro querido “protagonista” porque nos sentimos totalmente identificados.
¿Y cómo podemos lograr que nuestros hijos disfruten de la lectura? La respuesta es clara. A mayor implicación de los padres, mayores niveles de interés y curiosidad por la lectura. Es decir, lo más importante, el ejemplo. Si los padres disfrutamos de la lectura, y vemos en ello entretenimiento y diversión (más que una tarea obligada del colegio), es muy posible que nuestros hijos lo sientan igual.
Además, no dejes de leer con ellos en voz alta, teatralizando las escenas cuando son más pequeños. O simplemente, lee lo mismo que ellos para comentarlo después (te sorprenderá ver lo mucho que les gusta que leamos el mismo libro). Pero tan importante es que lean como que escojan buenos libros que les hagan crecer en todos los sentidos. Ayúdales a elegir una buena lectura. Libros apropiados a su edad y a sus gustos, pero además, que estén bien escritos. Y para ello que mejor que volver a los clásicos, a los libros “de toda la vida”: Roald Dahl, Stevenson, C.S Lewis, Julio Verne, Enid Blyton, J. R. R. Tolkien, Lewis Carroll, Twin y ¡tantos otros!
Teresa Llamas, madre y lectora empedernida.