Hoy día los padres y los jóvenes, y yo diría también los más pequeños (8, 9 y 10 años), por desgracia, están metidos en ideas fantásticas y ausentes de la realidad, valoran excesivamente las marcas de ropa y de zapatillas, los vídeo-juegos, el ipad y los móviles, etc., sin mencionar motos o vehículos, y, sin embargo, no aprecian ni le interesa una buena tertulia entre amigos o conocidos, un buen libro de aventuras, de cuentos o una novela, una buena película, etc. Están obsesionados sin control con las redes sociales y cualquier nueva tecnología, apartándose del deporte y de otras actividades sociales que les servirán para su desarrollo íntegro.
Todo esto con excepciones lógicamente, sin embargo, puedo afirmar, por mi experiencia en las aulas, que hay un gran porcentaje de padres que ante este tipo de comportamientos no pueden hacer nada debido a su falta de criterio o de valores.
No quiero hablar de planes de estudios, pero sí voy a hacer mención a unas palabras que utilizó en un artículo Don Francisco Robles, en relación a la educación, y que decía: Cuando en Finlandia, la gran potencia educativa del mundo, le preguntan a un alumno suspendido quién es el responsable de su fracaso, no lo duda: «yo». Aquí buscamos mil y una justificaciones para que el sistema se salve aunque haga aguas por todas partes. Y cuando ya no se encuentra una cabeza de turco presta para colgarle el sambenito inquisitorial, entonces se recurre al profesor.
Y añadía:
Desde el poder se hace todo lo posible para eliminar la cultura del esfuerzo, el resorte interior de la voluntad que nos eleva sobre la levedad del capricho, la disciplina que nos convierte en los mejores críticos de nosotros mismos. Desde el poder se quiere deformar a jóvenes que se sientan cómodos con la litrona y el buen rollo, con el descaro y las malas formas a la hora de criticar todo lo que no sea lo establecido por el régimen.
Es fundamental controlar el rumbo de nuestra juventud, la excesiva permisividad en nuestra sociedad está creando tiranos, y cuando digo tiranos, digo personas que no tienen criterios para debatir, dialogar, argumentar, discrepar, etc. Todo lo contrario, personas caprichosas, insolentes, inactivas, que no valoran nada y que se acomodan al poco esfuerzo exigido por sus progenitores o tutores. Cuando sean adultos, no tendrán capacidad de decidir ni mecanismos de defensa para poder salir adelante ante cualquier contratiempo en sus vidas.
Con todo lo expuesto habrá muchas personas que piensen que estos argumentos son muy discutibles y excesivamente duros en algunos aspectos que se han mencionado. Lo evidente es que todo en la vida es esfuerzo y sacrificio, y si queremos avanzar y tener progreso, desarrollo o bienestar tenemos que labrarlo entre todos.
¿Y cómo se hace esto a nivel personal o familiar? Exigiendo a nuestros hijos con criterio, aunque nos cueste, y con mucho cariño. Aquí está el éxito.
Por D. José Ramón Talero Islán, profesor de Educación Primaria.