Tan necesaria y tan codiciada. Tan útil para tantas cosas, y tan poco de moda en estos tiempos.
Para tomar cualquier decisión más o menos importante, para profundizar y formarse antes de emitir juicio sobre cualquier tema, para perseverar en el trabajo diario que lleva a la consecución de un objetivo. Para todos y cada uno de los asuntos que atañen a la Familia.
Calma. Para ir cultivando las virtudes que nos permitirán ir superando nuestros defectos y tolerar los de los demás, que nos permitirán amar mejor y enriquecer el matrimonio. Para escuchar más y mejor, para comprender. Para no querer tener razón por el hecho de tenerla, por encima de querernos y querer a los demás. Para educar, en el sentido más profundo, a nuestros hijos. Para entender que no somos nuestros errores, ni los errores de los demás les definen.
Calma para elaborar diagnósticos, para así luego plantear posibles soluciones. Para pasar por el filtro del respeto a la vida y la dignidad humanas cualquier conflicto entre posturas discrepantes.
Para no dejarnos llevar por la histeria colectiva. Para proponer y nunca imponer. Para comprometernos con lo que merece la pena. Para saber. Para ser.
Venimos de tiempos cómodos y ya estamos instalados en tiempos convulsos. No caigamos en los mismos errores que nos alejaron de ella y, por tanto, de tantas oportunidades para construir un mundo mejor para nuestros hijos.