Conseguir un «LIKE» a cualquier precio es la norma que rige hoy entre nuestros adolescentes, y no tan adolescentes, arrastrados a los pies de Instagram, la red social de la imagen pura y dura.
¿QUÉ NOS DICE UN LIKE?
De manera literal dice que le gustamos a alguien, que le gusta algo que hemos hecho o cómo nos vemos, es una sustitución de la aprobación más básica.
Este inocente gesto de subir a Instagram una foto tiene consecuencias inmediatas, entre las que destaca la creciente obsesión por ser aceptados y aprobados públicamente hasta el punto de modificar nuestros propios comportamientos con los demás y con nosotros mismos, colocando nuestra vida privada en función de una imagen, de un reconocimiento, de una reputación o de una competencia. Junto con el like, se encuentra el número de amigos, seguidores, shares y visitas.
En este mundo virtual hacen su entrada, a pasos agigantados, la mercadotecnia y las campañas de comunicación que invaden el espacio privado, los perfiles personales, revelando un alto coeficiente de mercantilización en cualquier relación social que se genere dentro de estas redes sociales –que a su vez son medios masivos de comunicación: lo que se llama social media— como Twitter, Facebook, YouTube e Instagram. Y es que cada cuenta, como tarde o temprano descubren los usuarios, tiene un valor que puede capitalizarse de diversas maneras: romántica, económica o intelectualmente.
Mientras en Snapchat, otra app de moda entre los sub 30, predomina la espontaneidad, pues sólo se pueden subir fotos o vídeos sacados en el momento, en Instagram nada está librado al azar. Así, para conseguir muchos «me gusta», la cantidad de fotos tomadas antes de subir la indicada, quién sale en ella y a qué hora se sube han pasado a ser factores clave que pueden aumentar la cantidad de seguidores y de likes. Claro que algunos trucos pueden dar más likes que seguidores, por ejemplo, subir las fotos a partir de las 8 de la noche, cuando todos están usando el móvil. Siguiendo esta línea, está claro que por la mañana no hay nadie (o muy pocos) conectados y seguramente los likes serán muy pocos.
La realidad es que hoy tener muchos likes está bien visto por todos y no solo por nuestros jóvenes. La mayor parte de la población entre 10 y 60 años suben fotos a sus perfiles y, según el tramo de edad, están más o menos pendientes de la reacción que genera la misma.
En los últimos años hemos visto cómo las redes sociales son utilizadas por los políticos y sus corporaciones para vigilar, estudiar y anticiparse a las conductas de los ciudadanos. A este control hay que sumarle una presión social autoimpuesta de qué es lo que queremos mostrar de nosotros mismos al mundo y es aquí donde debemos ser muy cautelosos porque este “Control social» puede generar paranoias en muchos al mostrar aquella parte de nuestra personalidad que exponen al mundo virtual.
Redacción del equipo editorial del Foro de la Familia.