Cada semana, cada día, son muchos los que dejan este mundo. El sufrimiento es parte inseparable de la vida. Por mucho que intentemos mirar hacia otro lado, lo cierto es que la muerte llega siempre, y nos llega a todos.
Son momentos duros, inevitables. Momentos igual de duros, pero mucho más llevaderos, cuando se está rodeado de las personas queridas, de la Familia.
Estos días son decenas de miles de familias las que, por desgracia y en contra de su voluntad, no pueden acompañar a un ser querido en los últimos instantes de su vida. Acompañamos en el dolor a todas esas familias.
Esto nos debe hacer reflexionar en que, al margen del contexto de la pandemia actual, son muchas las personas que están solas. Que dejan este mundo sin nadie al lado que les acompañe y les alivie. La soledad es un problema in crescendo en nuestra sociedad individualista, es una consecuencia natural del abandono de la Familia y el compromiso como bienes merecedores de respeto y protección.
En nuestro empeño por poner parches a las fugas sin plantearnos ir al origen del problema para prevenirlas todas, se crean «ministerios de la soledad» (como en Reino Unido), pero no se impulsa y valora la institución familiar desde los poderes públicos.
Es la Familia la que cura la soledad. Es la Familia la que acoge. La que acompaña y la que cuida. La que une y comparte. La que asegura la prosperidad de una sociedad.
La Familia no evita la pérdida de seres queridos, simplemente hace que esa pérdida se afronte y se supere, tenga sentido y sea motivo de crecimiento en lo que de verdad merece la pena.
Muchas cosas han de ser distintas en el corazón de esta sociedad, cuando esta sociedad eche a andar de nuevo. Si no, no habremos aprendido nada.
Hablemos bien de las cosas buenas.
Javier Rodríguez
Director general del Foro de la Familia