Resulta difícil escribir sobre una persona muy querida que nos ha dejado; te planteas si tus palabras parecerán un homenaje “debido” o si por el contrario, se entenderá lo que de verdad sientes y quieres transmitir. Creo que la diferencia está en la fuente de las palabras, si es la cabeza o es el corazón. Voy a escribir con el corazón.
Conocí a D. José, nunca me salió llamarle Pepe, hace ya más de doce años, en unas circunstancias dramáticas para España y dramáticas también, por inclusión, para el Foro de la Familia. Fueron tiempos muy difíciles, de gran despiste asociativo en el que lo único que sabíamos era que “había que hacer algo”: la familia menospreciada cuando no atacada, la vida del no nacido (más) amenazada y la libertad de los padres para educar a sus hijos, inexistente. El Foro de la Familia había nacido cuatro años antes pero no se había desarrollado todavía en toda su capacidad de generación de esperanza, de proposición de ideas y de movilización social.
Quisiera que se entendiera que en esa coyuntura, y con toda la carrera profesional ya desarrollada y con ochenta años cumplidos, es muy difícil para una persona, cualquier persona, tomar las riendas de un proyecto no maduro y enfrentarse a una tarea de gigantes como lo era el articular un movimiento asociativo familiar que de verdad tuviera relevancia en la sociedad civil española.
Pero D. José lo hizo. No se apartó, no se quitó de en medio y dejó paso a otros. Todos lo hubiéramos entendido, pero él no lo hizo. Simplemente con su sencillez, su acrisolada educación y caballerosidad asumió la tarea y supo liderar un proyecto para el que no había tiempo ni recursos. Y además, lo hizo con una sonrisa, siempre trajeado, siempre correcto, nunca elevando la voz (¡y éramos muchos y tozudos!) y sabiendo rodearse de las personas idóneas para cada tarea.
Siempre he pensado que la virtud que movió un equipo tan variopinto como el nuestro no fue la capacidad de organización, ni las ideas claras, ni siquiera el liderazgo natural. La virtud primordial fue la lealtad: ascendente, para hacer tuyas las ideas y propósitos de quien tiene la responsabilidad en ese momento, y descendente, que da seguridad al subordinado o colaborador y que te ayuda a emprender sabiendo que tendrás un jefe que te respaldará, aciertes o te equivoques, y que te corregirá en el último caso haciéndote entender que es para el bien del proyecto y tu mejora personal.
Así era D. José: amable, correcto y leal y nos impulsó a todos a serlo también.
Con esas virtudes en el jefe se puede llegar muy lejos: una Iniciativa Legislativa Popular como nunca antes se había organizado en España; más de un millón de firmas con una red de fedatarios de cerca de mil personas. Una manifestación, el 18 de Junio de 2005, que fue una incertidumbre hasta el mismo momento del comienzo y que luego resultó la más grande de la Historia reciente de España de iniciativa privada, sin ayudas, sin medios, sin más publicidad que la que pudiera darnos la movilización en sí.
Y allí estaba D. José, pequeñito en la pancarta pero grande, muy grande. en los corazones de sus más inmediatos colaboradores.
El resto es Historia del Foro, que es la historia de un gran milagro, milagro que prendió gracias a la “chispa” de la generosidad y valentía de D. José.
Personas así hacen más llevadero el paso por la vida. Hoy podemos estar orgullosos de contarnos entre sus más directos colaboradores. Para mí no hay mejor título que ese: trabajé con él para hacer más grande la Familia.
José, has abierto el camino, ahora nos toca a nosotros que tu gran esfuerzo de entonces no sea baldío.
Quisiera, para terminar, tener un recuerdo para su mujer, Charo: ¡qué suerte haber compartido con él los años que habéis estado juntos! Rezaremos por vuestra familia con el mismo cariño que lo hacíamos con él en vida.
Hasta siempre D. José.
Ignacio García-Juliá