Cerramos una semana en la que se han producido dos acontecimientos relevantes en cuanto a la defensa de la vida: la marcha «Sí a la Vida» del domingo pasado y unas declaraciones de un destacado político manifestando su apoyo incondicional a la defensa de la vida.
Ambos hechos están mucho más relacionados de lo que la gente pueda pensar.
Empecemos por la Marcha del día 24. Fue más multitudinaria que en años anteriores, precisamente en un momento electoral en el que ninguna fuerza política ha sacado el aborto a relucir y que, además, se intenta silenciar como si fuera un debate «superado» [sic]. Las imágenes de una multitud mayoritariamente joven hacen pesar que no solo no está «superado», sino que muchos lo consideran prioritario por ser la principal causa de todo lo malo que está viviendo nuestra sociedad hoy, porque, si una sociedad desprecia a sus hijos más débiles, indefensos e inocentes, ¿ante qué se parará? ¿Qué otra cuestión puede hacerla reflexionar? Ninguna. Ya todo carece de importancia si se ha traspasado el ‘Rubicón’ de la defensa de la Vida.
Además, hemos percibido un detalle que no por ser común deja de ser curioso: afamados medios de comunicación han mentido sin rubor sobre el número de asistentes a la marcha y han mostrado imágenes sesgadas para que no se aprecie la mayoritaria juventud de los asistentes. Con independencia de lo poco que dice de estos medios, lo cierto es que la propia mentira actúa como altavoz de la verdad e induce a pensar sobre lo poco «superado» que está el debate y la importancia real que le dan los que continuamente proclaman que la sociedad ya se ha «acostumbrado».
El segundo acontecimiento que citábamos al principio han sido las declaraciones del relevante político. Con independencia de lo que dijo o de cómo lo dijo (que podría mejorarse e incluso hacer algunas correcciones; digamos que ‘se le calentó la boca’), lo cierto es que la reacción a sus palabras ha sido furibunda tanto en los medios afines a la cultura de la muerte (casi todos), como los equidistantes (el resto), por no hablar de las redes sociales, donde parecía que se estaba hablando de un asesino en serie. Esto nos lleva a la misma conclusión de antes: no solo el debate no está «superado» sino que está candente en la sociedad real, en la del día a día, en la no teledirigida.
Todo lo anterior supone un éxito para los que defendemos la Vida y la hemos defendido siempre. Se ha conseguido, hablando bien de las cosas buenas, que la sociedad no olvide que tiene una asignatura pendiente, y es una asignatura troncal, y que no puede ir posponiendo indefinidamente la fecha del examen.
El examen más pronto o más tarde llegará, aunque tirios y troyanos quieran impedirlo, y unos aprobarán y otros suspenderán.
Y ese día la Vida triunfará.