El curso pasado nos despedíamos haciendo un balance de la situación para las familias que se avecinaba. Lógicamente la situación a grandes rasgos no ha cambiado, está mal, pero sí tenemos novedades en cuanto a la educación y el arranque del curso.
Empieza la aplicación de la LOMLOE, un catálogo de despropósitos con forma de ley que afecta de lleno a las familias al invadir el espacio su privado y pretender forzar a los niños a pensar como quiere el gobierno.
En las últimas semanas han ido apareciendo muestras del contenido de los textos que serán de aplicación para este curso. No se trata aquí de enumerarlas, pero sí decir que están plagados de ideología y absurdos que rebelan a las claras que el objeto de la ley nunca fue la mejora de la enseñanza ni la educación de nuestros hijos, sino su adoctrinamiento en una pretendida “ciudadanía” basada en una antropología que la Historia ya ha juzgado como errónea y que hace profundamente infeliz a la persona.
¿Y qué pueden hacer las familias para defenderse de este ataque? Las familias siempre deben estar atentas a lo que se enseña en las aulas a sus hijos. Quizá, por no haberlo estado en otras épocas, se ha producido el deterioro social y la difusión de doctrinas tan perniciosas para la convivencia como tenemos hoy en día. Por tanto, más que nunca, los padres deben estar atentos a los contenidos de los libros que se les den a sus hijos y deshacer, con paciencia, todos los errores y manipulaciones que contienen. Si siempre ha sido fundamental hablar con los hijos, ahora es perentorio. A los hijos o los educamos o nos los educan. Será preciso también usar todos los instrumentos de participación que están a nuestro alcance para denunciar los abusos que inevitablemente se van a producir, en especial, los intentos deliberados de generar confusión sexual en nuestros hijos; ese es el verdadero objetivo de unos textos dictados por el lobby LGTB.
Todo esto no es alarmismo ni procede de una lectura sesgada de los contenidos. Es una constatación de una realidad que ni siquiera los promotores esconden. Tengamos presente que con el mal no se dialoga y que no estamos obligados a aceptar ningún contenido que vaya contra nuestro derecho de educar a nuestros hijos según nuestras propias convicciones.
No es un año más ni un curso más. Es el año en el que nos jugamos la normalización de errores, intromisiones y adoctrinamientos. El daño que se puede hacer a nuestros hijos es irreparable.
Es la hora de las familias valientes.
Ignacio García-Juliá
Presidente del Foro de la Familia