Hay ocasiones en que uno se da cuenta de que está en el lugar y en el momento correctos, de estar haciendo lo mejor y lo más adecuado, de que estás colaborando en la mejor y más ilusionante de causas que dan sentido a nuestra existencia. Es una sensación reconfortante, que coloca todas las cosas en su sitio y que te permite ver la vida desde la perspectiva adecuada, sabiendo que estás haciendo lo que debes hacer.
Eso es lo que sentimos todos los que asistimos a la «Convención por nuestro futuro: Una Europa fiel a la dignidad humana1», que, organizada por la Federación One of Us, tuvo lugar en Bruselas el pasado sábado, 7 de mayo de 2022. El día -y el lugar- no han podido ser mejor elegidos: El 9 de mayo de 2021 en Estrasburgo, las instituciones europeas abrieron un período de reflexión sobre el futuro de Europa, el cual se cerró precisamente el 9 de mayo de 2022, es decir, justo un año después, y se darán a conocer las conclusiones del proceso durante los meses de junio – julio. De dicho período de reflexión ya se conocen las 49 propuestas3 que finalmente han sido seleccionadas, que, en su conjunto, y habiéndolas leído muy por encima, me parecen profundamente decepcionantes. One Of Us ha querido que su convención se celebrara antes y que sus propuestas estuvieran también disponibles con anterioridad a la conclusión de los trabajos de la «Conferencia sobre el futuro de Europa».
El momento era también muy oportuno por los funestos acontecimientos que sacuden al mundo entero, y particularmente a Europa. Jaime Mayor Oreja, presidente de One of Us, nos recordó cómo «la pandemia y la guerra de Ucrania han alterado, me atrevería a decir que reseteado, nuestros planes. Hemos visto que, hasta ahora, estábamos en la cultura de la nada, del vacío, huyendo de la verdad como de la peste, desde la obsesión enfermiza de reinventar la naturaleza humana y, por eso, ahora resulta necesario rectificar. Es necesaria una cultura de defensa de nuestra civilización, de la seguridad energética para nuestra independencia y, sobre todo, de la dimensión moral y religiosa de Europa, de nuestra civilización».
La convención, tras las palabras de bienvenida de Thierry de la Villéjegu (Vicepresidente de One of Us), se abrió con la intervención de un elenco de jóvenes, en su mayoría mujeres, que encabezan movimientos provida en sus respectivos países, y que son un portento de claridad de ideas y de firmes convicciones. Destacaré a Marie-Lys, de Francia, y al representante polaco, un joven que, desde su silla de ruedas, no dio a todos una impagable lección de coraje y dignidad, que junto con Giussepe, de Italia, Clothilde, de Bélgica, Aliette, de Marche Pour la Vie de France y María Formosa, de Malta, nos hicieron ver que hay una pujante juventud europea con ideas muy claras entorno a la sacralidad de la vida humana.
Continuó la mañana con un desfile de personalidades de todos los rincones de Europa que con mensajes breves, concentrados y precisos desgranaban ideas que eran la demostración casi palpable de que el debate respecto a la protección de la vida humana desde la concepción a la muerte natural dista mucho de estar cerrado, que la cultura de la muerte conduce a la nada y de que Europa no puede renunciar a sus raíces.
En efecto, las intervenciones de Ferenc Hörcher (Hungría), Alojz Peterle (Eslovenia), Remi Brague (Francia), Arthur Alderliesten (Países Bajos), Michel Gihns (Bélgica), Rocco Buttiglione (Italia), Jaime Mayor Oreja, Elisabetta Pittino (Italia) o Anna Záborská (Eslovaquia) transmitieron en conjunto la idea de que no podemos construir una sociedad basada en el descarte de nuestros hijos o de nuestros mayores, porque una sociedad construida sobre la defensa de la muerte está abocada al fracaso y convierte a la UE en tumba de los derechos humanos, que precisamente en Europa tuvieron su cuna.
En las conclusiones de esta Convención, el ya citado Rémi Brague, filósofo y profesor, señaló:
«No defendemos los intereses de nadie en particular, y menos los nuestros. Contrariamente a la creencia popular, no viajamos solos. Por el contrario, buscamos extender la protección a aquellos que aún no pueden, o que nunca podrán, o que ya no pueden hacer valer sus derechos por sí mismos”. Hay gente que nos objeta: “Nosotros no os obligamos a nada; ¿Por qué quieres impedir que hagamos lo que queremos? Si hubiéramos pensado así en la década de 1940, ¿habría habido muchos “justos entre las naciones”? Podríamos, en extremo, admitir tal actitud si otros pudieran defenderse. ¿Pero es éste el caso?” …” ¿cómo podrían los fetos, los discapacitados o los comatosos hacer valer su derecho a la vida? Alguien tiene que hablar por ellos.
Hoy, una nueva forma de mentir reina en gran parte del espacio público. Es cierto que ya no es, o todavía no, impuesto por una policía política. (…) El lenguaje de la mentira empieza a registrarse en los textos de las leyes. Negarse a hablar de ello ya conduce al ostracismo de los medios y corre el riesgo de conducir al ostracismo social mañana».
Como vemos, el momento es crucial, y todos aquellos que creemos en la sacralidad de la vida humana, en la familia natural, en la dignidad inalienable de la persona humana, en los derechos naturales que le son inherentes y en el sentido trascendente de nuestra existencia estamos obligados no ya a hablar, sino a gritar a todos nuestra fe en la humanidad.
Concluía Rémi Brague su intervención diciendo que [nosotros]«sólo tenemos un temor, y es que las generaciones futuras, si las hay, nos acusen de no ayudar a una civilización en peligro. ¡Ay de nosotros si callamos!».
Joaquín Jesús Polo Cañavate. Madrid. 10/05/2022