A partir de ser consciente del destrozo que supuso abortar a mi primera hija, y desde que soy capaz de abordarlo públicamente, no paro de sorprenderme ante la politización, manipulación y mercantilización que se hace entorno a la defensa de la vida y del aborto, correspondientemente.
El 8 de marzo de 2018 supuso un antes y un después en mi activismo a favor de la Vida. Me uní con ilusión a las manifestaciones por la zona de Atocha, con amigas y mi tercer hijo (este sí, ¡vivo!) pegado a mí, acurrucadito en su mochilita. Contenta de toda esa energía movilizadora hasta que ya empecé a toparme con varios carteles reivindicando el Aborto como un derecho y comenzó mi indignación.
La izquierda y el “feminismo” han tomado la defensa del aborto como bandera. Está claro que encarcelar a mujeres que han abortado no es la solución. Ahora bien, si tenemos en cuenta que la IVE no es otra cosa que una Intervención Violenta del Embarazo, ¿cómo defenderlo?
¿No sería mucho más sano y constructivo ayudar a las mujeres embarazadas en situación de vulnerabilidad? A priori es lógico pensar que esto no sirve, dado que muchas mujeres que optan por someterse a una IVE supuestamente van libremente y con la decisión firme de acabar con su proceso gestante. Ahora bien, tenemos más información. Como la que revela Redmadre en su Mapa de la Maternidad 2021 que afirma por experiencia que, 8 de cada 10 mujeres embarazadas deciden seguir con sus embarazos en cuanto se sienten amparadas y acompañadas.
El lema “nunca estarás sola” no puede ser mejor. Porque eso es lo que hay de fondo en la gran mayoría de los abortos: mujeres en shock por la noticia del embarazo y con mucho miedo (por perder el trabajo, la pareja, su estatus, incluso su tipo, o por no verse capaz o con la infraestructura adecuada para asegurarle a su hijo/a una vida feliz). Otras muchas, y las conozco personalmente, no quieren y se ven forzadas a hacerlo por sus familias, por ser menores de edad.
Y eso es lo que me encuentro tras las historias de las mujeres que acuden a mí desesperadas, porque una vez superan el estado inicial de bloqueo emocional, se dan cuenta del error y de que han perdido, sin vuelta atrás, la oportunidad de conocer y criar a sus descendientes. Y caen en un hoyo oscuro del que no es fácil salir. Menos mal algunas piden ayuda, porque con amor se puede. Aunque he de admitir que no es fácil. Porque normalmente la pérdida de esa hijo o hija es solo la punta del iceberg, y la consecuencia, de una historia más dramática.
El caso es que, desde ese 8 de marzo, mi indignación no ha dejado de aumentar. Porque mientras las “feministas” luchan por un acto tan machista y capitalista como el del aborto, sin poner el foco en medidas de prevención o de apoyo a la maternidad, algunos movimientos Provida hacen en sus canales de comunicación se alineen política o religiosamente, activando campañas por políticos de derecha o ultraderecha, como Trump, o publicando mensajes religiosos.
Me gustaría hacer un llamamiento a todas las personas y todos los colectivos que luchen por a la mujer y/o los no nacidos, para que se dejen de historias políticas o religiosas, y se conecten con el sentido y la universalidad de la Vida, que no entiende de colores, razas o sexos, para hacer una defensa de la Vida y la Mujer auténtica y abierta a todos los seres del planeta.
Dada la extensión alcanzada, y con mucho aún en el tintero, el tema de usar (y tirar) a la mujer, vulnerable económicamente, como fábrica de parir hijos para personas insensibles que no pueden hacerlo de forma natural, lo podemos dejar para una próxima ocasión…
Leire Navaridas: madre de 3, víctima de la IVE y acompañante en postaborto.