Antes de que empezara esta crisis sanitaria, la situación para las familias españolas ya era ciertamente mejorable.
Por multitud de factores, entre los que destacan el individualismo imperante y un clima hostil hacia el compromiso, la relación entre el número de divorcios y el de matrimonios venía siendo inversamente proporcional, aumentando los primeros, disminuyendo los segundos.
La encuesta del INE sobre fertilidad nos arrojó la preocupante evidencia de la verdadera brecha: el 75% de las mujeres en España desean tener dos o más hijos, cuando la tasa de hijos por mujer se sitúa en 1,25.
El ritmo de vida, el nivel de ingresos, las cargas fiscales, los precios de la vivienda, los rígidos horarios laborales, etc., enmarcaban ya los equilibrios y malabares que los padres habían de hacer para poder asumir sus responsabilidades familiares. Y constituían un muro a saltar para quienes decidían formar una familia.
La libertad en el ámbito de la enseñanza estaba ya amenazada, mediante el intento de suplantar a los padres en su responsabilidad y derecho de ser los primeros educadores de sus hijos.
La protección de la vida humana se resquebrajaba tanto en el comienzo de la misma -cada año, 100.000 inocentes concebidos no llegan a nacer en España- como en el final -promoviendo el descarte de enfermos y ancianos-.
Motivos para la esperanza
Pero la Familia siempre sale adelante. Siempre hay motivos para la esperanza, siempre hay motivos para luchar por un reconocimiento a la misma no sólo por las indispensables funciones sociales que ofrece, sino por lo que en sí misma significa.
Este período de confinamiento ha reforzado los lazos humanos que desde la Familia para la sociedad en su conjunto han de ser el tejido sólido de la prosperidad y el progreso común. Y esto es lo que debemos recordar, estableciéndolo como una oportunidad para reconstruir la sociedad entera desde su núcleo básico, desde sus cimientos fundamentales. Desde la Familia.
No es el momento de ahondar en las dificultades y las amenazas a la libertad que ya existían para la Familia en la era previrus, sino de hacer borrón y cuenta nueva. De aprovechar la oportunidad para crecer, para trabajar por lo que merece la pena y para abandonar ideologías que nos enfrentaban y entretenían mientras que los problemas de fondo (enumerados más arriba) seguían sin atenderse.
Hablemos bien de las cosas buenas. Ahora, aún con más motivos.