Tras ocho meses de dimes y diretes, nuevas elecciones y conversaciones y negociaciones, donde los problemas reales de los españoles no han estado presentes, ya tenemos un nuevo gobierno.
Las asociaciones familiares hemos intentado estar presentes en el debate público sacando a la luz, otra vez, la urgente necesidad de pactos de Estado por la Maternidad o por la Educación. En balde. El problema demográfico que ya es una crisis tampoco ha estado presente. Los verdaderos problemas de alcance, donde realmente nos jugamos el futuro como Nación, no han sido tratados.
Ahora tenemos 20 ministerios, veníamos de 13, y cuatro vicepresidencias, como si con una no tuviéramos suficiente. Más asesores, más gasto, más lío, cuando realmente lo que necesitábamos era más calma y más sentido común.
Poco antes de Navidad nos quitaron una subvención de forma torticera sin más motivo que el de no caer bien a quien las adjudica. Ninguna razón, ningún incumplimiento, nada. Poco vamos a esperar de este nuevo gobierno para quien la familia no existe o existe solo para desnaturalizarla. La vida solo existe para legislar sobre su final traumático antes de nacer o en su momento final. En medio, existe la familia para pagar impuestos. La educación solo tiene una cara, la pública, siendo la educación concertada el enemigo a batir, aunque se pisoteen los derechos de miles de familias que así la han elegido.
Nuestra misión seguirá siendo la de hacer oír la voz de decenas de miles de familias que no se resignan a este estado de cosas. Será un año, o menos, de intensas actuaciones y denuncias.
A pesar de tenerlo todo en contra, seguiremos sin desfallecer en nuestro camino por hacer de la familia el principal objetivo de las políticas de los gobiernos, por mucho desgaste que esto nos suponga.
Como se popularizó hace cincuenta años, “seamos realistas, pidamos lo imposible”.