Resulta llamativa, pero no sorprendente, la prisa que se ha dado el nuevo gobierno en anunciar una asignatura obligatoria que esta vez se llamará «Valores cívicos», ya que con «Educación para la ciudadanía» no tuvieron el éxito de crítica y público que esperaban.
Anuncian, pero no concretan contenidos, más allá del consabido mantra de introducir «valores feministas», que como ya estamos curados de espanto, sabemos que se refiere la introducción sin límite de la Ideología de Género en las escuelas y al sembrado de confusión en los niños y el correspondiente ninguneo de los padres.
Y de seguir adelante el proyecto, que seguirá, ya que lo necesitan para contentar a su parroquia más extremista y más antihumanista, estaremos otra vez inmersos en un conflicto -que acabará en los tribunales o en las elecciones o en las dos cosas-, entre padres, colegios y autoridades educativas que en nada beneficiará al sosiego que es tan necesario en la educación de los niños.
Pero en el camino de la imposición se producirán una serie de hechos que ya conocemos: se fortalecerán la sociedad civil y las plataformas educativas; los colegios y patronales se retratarán, «que los padres estén tranquilos porque esta asignatura la daremos nosotros», las editoriales sacarán sus títulos, compitiendo para ser los más políticamente correctos, «expertos imparciales» nos hablarán de las bondades de la asignatura sin decirnos que han redactado textos que ya se encuentran en las editoriales, renacerá el movimiento objetor de conciencia de aquellos padres valientes que quieren hacer valer su derecho a educar a sus hijos según sus propias convicciones, se redactarán informes por expertos imparciales, está vez sí, donde se pondrá de manifiesto el sesgo ideológico de la asignatura y la vulneración de la neutralidad ideológica de los centros, …
Esta película ya la hemos visto. Es «Educación para la Ciudadanía 2.0». Quizá el «director» haya aprendido de sus errores anteriores, la película era muy mala, pero también el «público» ha aprendido y no querrá acudir a las salas.
El resumen será que se ha provocado un nuevo conflicto que no traerá nada bueno a las aulas y a los niños que están dentro. Se habrá puesto otra piedra en el camino del tan necesario Pacto por la Educación, se habrán creado enfrentamientos innecesarios y estériles y, mientras tanto, los informes PISA seguirán llegando y seguiremos haciendo el ridículo en lo que de verdad importa: que nuestros hijos vayan a la escuela a aprender y a ser personas competentes.
¿Parará alguna vez esta espiral de convertir las aulas en un campo de batalla ideológico? Nos tememos que mientras las «bajas» sean solo de alumnos y padres, la ofensiva no parará. Habrá que buscar la manera de que también haya bajas, léase dimisiones, en los provocadores del conflicto.